Las madres que pude haber tenido

Cuando el padre de Caroline Furneaux, Colin, murió repentinamente en 2011, ella descubrió un archivo de diapositivas de 35 mm que él había tomado durante la década de 1960.

Era una cautivadora serie de hermosas mujeres fotografiadas en lugares idílicos, principalmente en Suecia. Fue durante esta época que conoció a la madre sueca de Caroline, Barbro, aunque la mayoría de las fotografías no eran de ella. ¿Quiénes eran todas?

Para Furneaux, estas novias evocaban a estrellas de cine de antaño. Eran diosas cotidianas que encapsulaban la esencia de los veranos y la juventud escandinavos: breves e intensamente dulces.

Como una detective, Furneaux examinó las fotografías buscando pistas sobre quiénes podrían ser las mujeres y cómo su padre pudo haberlas conocido. Se las mostró a sus familiares, pero no reconocieron a ninguna.

Sin embargo, a medida que avanzaba el trabajo, se dio cuenta de que lo que realmente estaba tratando de desentrañar era la identidad de este joven y el complejo padre en el que se convertiría.

Por algún milagro de luz y tiempo, estos magníficos desconocidos la habían conectado con esta versión despreocupada de su padre y le habían dado una nueva vida a su relación.